Cuando se reúnan con motivo de la Conferencia naval a
primeros de diciembre las altas autoridades navales, la posición de la Gran
Bretaña se habrá fortalecido a consecuencia de haber renunciado los Estados
Unidos a su posición tradicional de libertad de los mares. El abandono por
Washington de esta posición representará un nuevo factor, ya que por mucho
tiempo ha constituido un obstáculo para el mejoramiento de las relaciones anglo-norteamericanas.
A primeros de noviembre Stanley Baldwin dijo muy significativamente
que mientras él forme parte del Gobierno de este país no consentirá nunca que
la marina británica sea utilizada para bloquear a ningún país, a menos que
supiera por adelantado cuál sería la actitud de los Estados Unidos. Al hacer
esta declaración, Baldwin se refería a la controversia de los años 1904 a 1917,
durante los cuales se producía periódicamente la amenaza de una guerra entre
los Estados Unidos e Inglaterra. Inglaterra y Francia estaban entonces
bloqueando a Alemania en el Mar del Norte. Ese bloqueo era considerado como intervención
sobre el derecho alegado de que los barcos mercantes de los países neutrales retenían
en tiempo de guerra el derecho de comerciar con los beligerantes. La
insistencia de los Estados Unidos en la “libertad de los mares” mantenida durante
los últimos dieciséis años ha suavizado el deseo de Inglaterra de llevar a cabo
sus obligaciones bajo el Convenio de la Sociedad de Naciones. Pero desde el 5
de octubre, fecha en que Franklin Roosevelt hizo la proclama poniendo en vigor
la ley de Neutralidad, Inglaterra ha quedado con las manos libres. En el futuro,
Inglaterra no tendrá que prestar tanta atención a las objeciones posibles de
los Estados Unidos o a su intervención, si Inglaterra corta las comunicaciones
de un adversario por un bloqueo naval.
En la Conferencia naval del mes próximo se verá una mayor
colaboración que nunca entre Inglaterra y los Estados Unidos, a causa de las nuevas
aspiraciones japonesas de supremacía en los mares. La colaboración anglo-norteamericana
estará limitada por el deseo de los Estados Unidos de no asumir nuevos
compromisos y la preocupación de Inglaterra por la situación del Mediterráneo.
El abandono de la tradicional doctrina de libertad de los mares facilitará el
camino para una mayor cooperación entre Inglaterra y Norteamérica dentro de las
condiciones actuales en que se halla el mundo.
Agencia “United Press”; Londres, 14 de noviembre
de 1935.
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