Un nuevo problema se ha sumado a los grandes problemas
políticos que influyen en las naciones en las últimas décadas. No cabe duda de
que los asuntos de prensa se encuentran desde hace tiempo entre las cuestiones
más interesantes de la vida social y entre las más importantes de las
relaciones entre las naciones; pero nunca en el pasado tuvo el trabajo
realizado por la prensa un efecto tan profundo y directo sobre los acontecimientos
políticos como en la actualidad. El Führer de la nación alemana hizo del
creciente problema internacional de la prensa el tema principal de un gran
discurso que encontró eco en todos los rincones del globo.
Pública y claramente mostró los resultados y peligros del
trabajo destructivo de la prensa, que tanta influencia posee en la actualidad
sobre la política nacional. Hitler se refirió a la prensa como problema
político de importancia internacional. Su discurso mostró el lado negativo de
una parte de la prensa internacional.
Pero quizás muchos de los que oyeron este discurso se
enteraron por primera vez del alcance conseguido por la prensa para convertirse
en las últimas décadas, en un elemento de la política mundial. La prensa es una
de esas instituciones de las que podíamos decir que lo negativo es más
perceptible que lo positivo. Quizás sea ésta la razón por la cual algunas
personas se hallan francamente preocupadas y contemplen a la prensa como una de
las desgracias que afligen a la humanidad. La prensa se ha convertido en una de
las partes más importantes de la vida moderna y sin ella apenas podemos
imaginarnos la existencia de las naciones. La prensa tiende un puente sobre el tiempo
y el espacio al dar cuenta de los acontecimientos diarios, une cada día y cada hora
a la humanidad con el mundo que la rodea, pero que se encuentra fuera de su
radio de visión.
El periódico es el espejo de nuestra época y la prensa el
centro de todos los grandes acontecimientos. Se le ha denominado el órgano de
la opinión pública, la voz de las naciones y el ojo y el oído del mundo. ¿Hasta
qué punto puede realizarse esta tarea? Este es el problema de la prensa de
nuestros días. Pero lo cierto es que la prensa constituye un elemento
importante de la vida política. Crea la atmósfera, buena o mala, dentro de la
cual deben trabajar los políticos.
La política de la prensa alemana no es siempre
comprendida en algunas partes del mundo, pero creo que si se la entendiese
correctamente, ayudaría a eliminar los frecuentemente desastrosos efectos,
consecuencia habitual de una idea equivocada de la prensa. Es prácticamente
imposible comprender la estructura de nuestra prensa, si se carece de todo
conocimiento de los fundamentos del Nacional-Socialismo, de la nueva escuela del
pensamiento que lo creó, de la nueva concepción de Estado que defiende y de la
relación del individuo con el conjunto, que proporciona a su existencia una expresión
totalmente nueva. El Nacional-Socialismo revolucionó el pensamiento político del Pueblo alemán. El Nacional-Socialismo reemplazó el pensamiento individual por
la idea comunitaria, así se abrieron nuevas sendas que, aquellos que viven en
otro plano, no pueden entender. Las ideas que otros pueblos utilizan como base
de su escuela de pensamiento no son por lo general lo suficientemente
trascendentales como para que sus defensores puedan comprender lo que ha
sucedido en Alemania, aunque sean suficientes en sus propios países. Nos
hallamos aquí en la encrucijada de dos escuelas de pensamiento. Es imposible
comprender el Nacional-Socialismo con un tipo de pensamiento liberal. Solo
quien siente ese nuevo pensamiento comunitario o, por lo menos, se esfuerza en
comprenderlo, puede entender al Nacional-Socialismo, su época,
su obra, sus lenguajes y su voz.
Mis observaciones con relación al progreso de las ideas
humanas, que ha alcanzado una revolución del pensamiento en Alemania durante
los últimos años, se refieren a la prensa. Cuando uno analiza los puntos de
vista desde los que se critica a la prensa Nacional-Socialista y considera
caducos los modelos empleados, no puede dejar de sorprenderse ante la
deficiente comprensión con la que tantos extranjeros contemplan la concepción
de la prensa Nacional-Socialista. Es cierto que la prensa nació del Liberalismo,
pero la prensa de la época liberal no es sinónimo de la prensa en conjunto. La
prensa liberal se caracteriza por la idea de que la crítica o la opinión del
individuo con relación al Estado y sus instituciones públicas se hallan
justificadas. El individuo, tanto el periodista como el colaborador, aparece
como el portavoz de la opinión pública sin otra justificación más que su propia
opinión privada. Esto corresponde a la idea fundamental del pensamiento
individual.
La idea de comunidad Nacional-Socialista, por el
contrario confiere a la prensa una tarea totalmente distinta, la de reproducir
los principios de la totalidad en contraposición al individuo.
El Pueblo alemán ha comprendido que el mayor tesoro lo
constituye la idea de obrar de común acuerdo. El NSDAP, como el gran movimiento
de resurgimiento de la nación alemana, ha aprendido en su propia historia que
el uniforme pensamiento político de toda la nación constituye la base de todo
éxito nacional y social y que sólo el conocimiento de los problemas de destinos
comunes engendra la voluntad de solucionarlos.
En el Estado Nacional-Socialista, la tarea de la prensa,
no es la de expresar la opinión individual
contra la totalidad, ni la de hacerse eco de una opinión pública de hecho inexistente.
Debe representar la visión de la comunidad frente al individuo y hacer esto comprensible
a todos aquellos que lo desconozcan. El periódico se convierte de este modo en
la voz admonitoria de la nación y en la escuela de pensamiento político, prestando
a cada ciudadano el conocimiento que constituye un eslabón en la cadena de la
comunidad para el bien y el mal. La opinión pública, tal como la vemos,
consiste en la verdadera voluntad del pueblo, con el que el Nacional-Socialismo
toma contacto directo desde su propia fuente a través de sus íntimas
relaciones. No fabricamos la opinión pública, intentamos establecerla. Nuestros
periódicos constituyen la conciencia pública de la nación, destinados a
fomentar y no a dificultar el trabajo del Estado, pues tenemos mejores métodos
de mantener a éste en contacto con el Pueblo.
La prensa alemana también se toma la libertad de
criticar, pero critica aquello que perjudica al Pueblo y no aquello que le
beneficia, con las limitaciones obvias que imponen los intereses vitales de la
nación, posee en realidad mayor libertad que la prensa liberal. Incluso se
toman la libertad de criticar la libertad de prensa, tan alabada con toda la
pasión que los demócratas son capaces de desarrollar, como una de las más sagradas
posesiones de la humanidad. Ni la pluma del liberal más independiente osaría criticar
la llamada libertad de prensa. Nuestros colegas de las oficinas editoriales de
las democracias liberales saben el porqué. Pero no están autorizados para
contarlo pues tan perjudicial publicidad daría como resultado el tener que
buscar una nueva profesión.
Se ha demostrado que la libertad de prensa es una de las
frases vacías más estrepitosas que han ofuscado la mente humana. El testimonio
de quienes exigen la libertad de prensa en sus propios países es además una
prueba de que nunca ha existido en ningún lugar
una verdadera libertad de prensa, y que aquellos que se enorgullecen especialmente
de esta libertad son los que verdaderamente menos la poseen. Puedo citar algunos
casos que ilustran la esclavitud mental de la prensa. En 1913, el periodista americano
John Swinton declaró durante la reunión anual de la asociación de prensa americana
que no existía una prensa independiente en América, aparte de los periódicos de
las pequeñas ciudades de provincias. Continuó diciendo que todo el mundo
conocía este hecho pero que nadie se atrevía a opinar sobre el mismo y que aunque
él lo hiciera nunca aparecería impreso. El hombre lo suficientemente loco como
para escribir su propia opinión personal pronto estaría en la calle.
Un periodista de New York debía mentir y sentarse a los
pies de Mammon. Debería venderse a sí mismo y a la nación para conseguir el pan
de cada día, el orador acabó refiriéndose a los periodistas como herramientas y
vasallos de los ricos quienes se sentaban detrás del escenario y movían los
hilos.
El tiempo y el talento de los periodistas les pertenecía y
los hombres de la prensa eran prostitutas mentales. Es esta una opinión
drástica de hace veinticinco años, pero las cosas no han mejorado desde
entonces. Una editorial de New York ha sacado recientemente un libro titulado
El corresponsal de Washington donde aparecen algunas declaraciones
extremadamente interesantes. El autor consigna las respuestas a un cuestionario
realizado a varios periodistas, cuando se les preguntaba por la libertad de prensa,
respondían a menudo lacónicamente dando la impresión de que todo el mundo sabía
que tenían que escribir lo que querían los editores, porque corrían el riesgo
de tener que abandonar su departamento editorial si no escribían lo que
deseaban. El autor del libro, Leo C. Roston, declara que en una sociedad donde
la libertad constituye un bello eslogan limitado
por la realidad económica, una conciencia clara es un lujo limitado a aquellas
personas que poseen suficiente dinero como para rechazar un compromiso a
expensas de sus ideas personales.
Este libro, que no ha sido escrito por Nacional-Socialistas
alemanes, sino publicado en los EE.UU., constituirá una excelente lectura para
aquellos que piensan que pueden acercarse a nosotros con ausencia de libertad
de prensa. O deberían leer con atención el extraordinario ataque a la prensa
americana publicado por Ferdinand Lundber, bajo el título Las 60 familias de
América. En este libro se reconoce la auténtica verdad sobre la libertad de
prensa. La libertad de prensa es un fantasma, una simple etiqueta. No existe, ni ha existido nunca libertad de prensa en ningún lugar
del mundo. La prensa es siempre dependiente y siempre tiene obligaciones para
con alguien, la única pregunta es ¿para quién? ¿Para con las empresas y
partidos políticos, para con el anónimo poder del oro y la destrucción de la
moral y el orden o para con los hombres del Estado y el gobierno responsable?
Cuando el Estado Nacional-Socialista se estableció en
1933, los asuntos de prensa se encontraban en un caos total y Alemania debió
hacer frente a este problema decidiéndose por la última alternativa mencionada.
La purificación de la prensa del Reich fue, por así
decirlo, la tarjeta de visita y la reorganización de la prensa, el primer fruto
de la revolución Nacional-Socialista. Se podría haber perdido la reputación de
la prensa entre el Pueblo alemán si el Partido Nacional-Socialista no hubiera
realizado grandes sacrificios para establecer su propia prensa, que luchó
durante años contra las antiguas condiciones del mundo periodístico. El caos se
convirtió en orden y las nuevas leyes editoriales se publicaron ya el 4 de octubre
de 1933, entrando en vigor el 12 de enero de 1934. La estructura de la reorganizada prensa alemana es clara y simple. La
nueva ley traspasó el centro de gravedad de la responsabilidad a la persona
interesada. Quedó clara la responsabilidad personal para la parte editorial, es
decir, para la parte política y principal del periódico.
En la misma medida que el individuo es absolutamente
responsable ante la nación, asimismo quienes escriben en la prensa y moldean la
opinión pública deben responder ante el Estado y ante el público. Esta nueva
ley concuerda igualmente con el sentimiento alemán de justicia, en oposición a
la concepción liberal, según el cual las colaboraciones de periodistas independientes
debieran ser editorialmente supervisadas ya que el individuo es responsable. Se
reemplazó pues, el principio anónimo por el de responsabilidad.
La ley de prensa Nacional-Socialista puso a los
periodistas alemanes en relación directa con el Estado y la nación, ante
quienes deben responder, lo mismo que ante su propia conciencia. Por otra
parte, el Estado les garantiza la necesaria independencia legal de influencias
injustas en su trabajo. Anteriormente, los hombres de la prensa no podían siempre
rechazarlas. La responsabilidad y los derechos de la prensa privada constituyen
el punto de partida de la nueva posición del periodismo en la Alemania Nacional-Socialista.
Han llevado a cabo un cambio fundamental en la posición social del alemán.
Constituirá un grave error el pensar que Alemania quería una prensa de Estado mecánica,
con sus directores como simples esclavos de las autoridades estatales.
Queremos una prensa formada por seres vivos donde la
personalidad del director pueda desarrollarse libremente y su sentido
periodístico del deber, extenderse en beneficio de la nación. Al mismo tiempo,
la prensa alemana es consciente de que queda mucho por hacer, un cambio tan
personal y fundamental como el que realizamos, necesita
tiempo para desarrollarse de acuerdo con las tareas cotidianas. La regulación legal
se veía absolutamente necesaria. Con la separación radical de negocio y
política lograda por la ley editorial en Alemania, se han suministrado las
bases para el restablecimiento de la prensa, porque ha despertado en el corazón
de cada periodista alemán la ley interior de esa libertad de prensa superior
que distingue a la profesión periodística ennoblecida por la responsabilidad
nacional. Aparece así claro el poder interno y la importancia nacional de la
prensa. A todo ello se opone el omnipotente poder internacional de la prensa
como factor de política mundial.
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